Sin conocimientos profundos más que los necesarios para la labor, un grupo de agricultores bahienses transformaron, a pulmón y con inventiva, un desierto en un verdadero oasis pleno de vida. Hoy, son un ejemplo a seguir e imitar en toda América y el mundo.
Una amplia mancha de vegetación verdosa resalta en el conjunto de un paisaje ondulado alrededor de Poções, un municipio de dimensiones acotadas ubicado en el estado de Bahía, en el Nordeste de Brasil. Allí, donde la tierra es árida y semidesértica, se extiende una profusión inédita de cactus, plantas suculentas y árboles propios de la caatinga, un bioma exclusivo del nordeste brasilero donde predomina la vegetación espinosa, y que contrasta con vigor con los pastos degradados y los suelos desnudos del entorno circundante en toda la región.
El responsable de este imponente vergel u “oasis”, es el ingeniero brasileño retirado Nelson Araújo Filho, que ostenta unos 66 vigorosos años. “Cuando comencé mis trabajos aquí, el suelo era solo un pedazo de terrón inerte, estaba compactado y no producía absolutamente nada” explica sentado bajo la sombra reparadora y pacífica de un árbol de umbu. Araújo, cuenta que tiempo atrás, cuando él era un pequeño, en estos terrenos que eran de su padre, se sembraba y crecía en abundancia el maíz y la mandioca. Posteriormente, el lugar se convirtió en un pastizal para alimentar al ganado.
Los años pasaron y el uso intensivo que dieron a la tierra en este lugar, extenuaron el suelo y lo dejaron convertido en un simple desierto, situación similar que afecta el 13% de la región de todo el Semiárido brasileño que se extiende en la porción noreste del Brasil. Así lo indican los datos más recientes obtenidos por la Universidad Federal de Alagoas a través de su equipo del Laboratorio de Análisis y Procesamiento de Imágenes Satelitales.
Sembrando una nueva realidad en un desierto nordestino
Pero, si bien las tierras estaban en muy mal estado tiempo atrás, el Ingeniero Araújo decidió dar un vuelco a las cosas y comenzó su trabajo de restauración del suelo a pulmón. El sistema que ideó, hace apenas tres años ,ha implementado un sistema agroforestal en una extensión de 1,8 hectáreas, porción de terreno equivalente a dos canchas de fútbol.El método empleado ha sido un verdadero éxito, al punto que hoy es replicado en varias regiones de Brasil y del mundo.
Para comenzar, Araújo pensó en una estrategia simple : plantar especies propias de la caatinga brasileña que pueden sobrevivir incluso en los suelos degradados Y así, asomaron en toda la extensión los cactus forrajeros y avelós. Más tarde, comenzó con los trabajos de poda de la vegetación con frecuencia para dar fuerza a las plantas y poder cubrir los suelos con los desechos de la poda ya que son excelentes fertilizantes. Poco a poco, y viendo que la situación mejoraba y todo alrededor iba tomando un color verdoso intenso e incipiente, pasó a la fase 2. Esto requería hacer sitio a las especies más exigentes en cuanto a nutrientes y calidad del suelo , como los árboles grandes y frutales.
El tiempo hizo su trabajo y la abundancia de flores y frutos fue el imán que atrajo a diversas variedades de pájaros y a las abejas, los principales polinizadores. Y también, los animales salvajes volvieron poco a poco a establecerse en este lugar, luego de que hacía mucho tiempo que no se les veían, como por ejemplo, los ciervos que volvieron a circular por el área.
Un futuro promisorio
En unos años más, el ingeniero Araújo sueña en que su sistema de protección del suelo , al que ha dedicado tanto tiempo, se torne -o asemeje lo más posible- a una zona virgen propia de la Caatinga, y esté cubierto con plantas de todos los tamaños y de una gran variedad de especies. Entre ellas, estarán aquellas que brindarán alimento a las personas y a los animales como la gran variedad de frutales y los panales de abejas de las que podrá extraer exquisita miel.
Y, lo más interesante de todo este proceso, según cuenta el ingeniero, es que la técnica desarrollada aquí no requiere la utilización de pesticidas ni fertilizantes químicos y ni una sola gota de agua extra de riego.”En esta caatinga no hace falta el agua”, explica Aráujo, indicando que el simple rocío que baña la vegetación todas las tardes y noches es suficiente para “mantener el sistema funcionando”.”La lluvia, para mí, es una especie de bono adicional”, explica, cuestionando la noción vigente de que en la regiones semiáridas como la del nordeste brasilero, cada plantación necesita del riego frecuente o de los veranos lluviosos para prosperar.
En este vergel lleno de vida, los pronósticos desalentadores del cambio climático parecen no tener lugar. Por ello, en la próxima entrega el ingeniero Araújo contará a Greenpeace cómo su sistema fue elegido por los expertos de la ONU como una herramienta clave para luchar contra el cambio climático.