
Se trata de un emprendimiento del matrimonio Burgoín Ceja que en familia llevan adelante una empresa de ecoturismo que realiza monitoreos científicos de tortugas marinas. Si bien son una simple familia de pescadores, con su trabajo han contribuido al estudio y preservación de las tortugas marinas en la Laguna San Ignacio, ubicada en Baja California Sur, en el Noroeste mexicano.
Francisco Burgoín es un hombre de mar. Su rostro curtido lleva las huellas que el sol le dejó en el oficio con el que se gana el pan desde los trece años, el de pescador y ya pasó los 50. Su familia, al igual que muchas otras familias de la comunidad costera de El Cardón — en Baja California Sur, México— se abocó a la captura de tortugas marinas como medio de vida, hasta que esa actividad fue prohibida por el gobierno en los años 90. Así, reemplazaron a las tortugas por la pesquería de escama marina y otras especies menores.Ya para esa época, el declive de las poblaciones de tortugas era notorio.
“ A mis 15 años, solía ir al mar con mi papá y mis tíos. La pesca de tortugas ya era un arte difícil en aquellos tiempos y se batallaba largo para capturarlas; una o dos, como mucho. Luego, al pasar los años, conocí gente que se dedicaba a su preservación”, cuenta Francisco Burgoín, más conocido en El Cardón como Pancho. Estas personas eran miembros del Grupo Tortuguero de las Californias (GTC), una red abocada al monitoreo de tortugas y a la educación ambiental con base en La Paz, Baja California Sur.
Gracias a ellos, Burgoín aprendió las técnicas de captura de tortugas con fines científicos: pesar,medir, tomar fotografías, marcarlas con una placa identificatoria y liberarlas nuevamente en el mar era el esquema básico de un protocolo del trabajo para poder averiguar su estado de conservación. “No se quedaban con ellas, tampoco las vendían o las mataban para comer. Solo se dedicaban a estudiarlas, a recolectar datos y hacer estadísticas, cosas que nosotros no llegábamos a comprender en ese momento.Estas personas me invitaron un día a participar como voluntario en una jornada de monitoreo y acepté. Esta experiencia me hizo sentir que mi familia, tenía una deuda histórica con una especie noble que durante largos años nos dio para comer y vestir”, cuenta el pescador.
Nace una misión de vida : la conservación de las tortugas marinas
Luego de la experiencia de monitoreo de tortugas, la vida de Francisco Burgoín dio un vuelco y le tocó convencer a su esposa, Rosa Ceja, y a sus hijos —Aurora,Frank y David— a que se animaran a experimentar lo gratificante que era participar de esta iniciativa de conservación. Todos siguieron los pasos de Francisco y se unieron a la tarea. Con trabajo arduo y ya siendo miembros oficiales del GTC, desde el mes de agosto del 2013, la familia Burgoín Ceja ha contribuido al estudio científico de más de mil tortugas marinas en la Laguna San Ignacio, conocida a nivel mundial por ser un importante sitio para el avistamiento de la ballena gris (Eschrichtius robustus).
Precisamente, hace más de tres años, en 2020, los Burgoín Ceja vislumbraron una oportunidad comercial a desarrollar a partir de estos colosales mamíferos marinos. Si ya existe un atractivo número de turistas que visitan la zona cada año para ver a las ballenas, pensaron, ¿por qué no involucrarlos también en los trabajos de preservación de tortugas marinas?
Con sus casi 17 500 hectáreas, esta laguna es un humedal de relevancia internacional y un santuario para la ballena gris. Cada invierno llegan a la Laguna San Ignacio entre 300 a 400 ejemplares. Este mamífero es la principal atracción natural ya que la especie se establece cerca de la franja costera , ofreciendo un espectáculo maravilloso cada año. Un fenómeno que implica ingresos significativos , tanto directos como indirectos para las comunidades cercanas a las costas de El Cardón .
Ecoturismo y preservación
Así fue que el Grupo Tortuguero de las Californias estudió la iniciativa de los Burgoín Cejas y decidió apoyarla, sobre todo porque los registros de tortugas en esa área eran escasos y se necesitaba recolectar más datos, en un momento clave en el que se conocía el dato que las tortugas en el océano Pacífico comenzaban, de modo lento pero firme a recuperarse, gracias a los esfuerzos de conservación.
El matrimonio destaca que los monitoreos que se realizan permiten conocer en profundidad a una población de tortugas marinas, los cambios que tienen lugar a lo largo del tiempo , su comportamiento y su salud. Al capturarlas de forma segura, se toman de modo rutinario diversos parámetros, se les asigna y registra con un nombre y se les coloca en su aletas una etiqueta de identificación única. Toda esta información vital, es la que alimenta la base de datos del Grupo Tortuguero de las Californias, para que los científicos e investigadores luego los procesen y estudien las mejores decisiones para su conservación.
Por otro lado, la Sra Rosa cuenta: “Ha habido mucha prudencia desde la organización de no invadir al sector pesquero, de no intentar convencerlos de colaborar o algo similar. Sin embargo, nuestra actividad fue bien recibida en la comunidad y con cada actividad de monitoreo se acercan otros pescadores y entre ellos conversan y se interesan por la tarea y situación de la especie. Incluso, nos empiezan a avisar sobre avistamientos de tortugas. Ellos pueden ver y comprobar que es una actividad noble y ello ha ayudado a aligerar esa percepción de amenaza que tienen los pescadores con la gente que llega desde lejos a la Laguna, como los biólogos y los conservacionistas”.
A modo de cierre Francisco Burgoín explica: “El mar es nuestra vida, nuestra vocación ”. “Ya sea que estemos trabajando mar adentro en la pesca o en las orillas en la preservación de las tortugas, lo más bello de todos es que esto es nuestra alma , nuestra raíz y esencia familiar. Mientras estemos cerca del mar , mientras nos podamos mojar los pies y seguir contribuyendo en esta tarea de conservación,estaremos bien y felices”