Un equipo de expertos en conservación de primates trabaja para frenar la extinción de los gibones en Tailandia. La especie , gracias a esta iniciativa exitosa, experimenta una leve mejoría aunque las principales causas de su declive no merman: el comercio ilegal y la pérdida del entorno natural. (Parte I)
La densa y húmeda selva que rodea el centro del Proyecto de Rehabilitación de Gibones en Phuket, Tailandia, vibra con su particular latido vital: todo lo impregna con un aire fresco y pegajoso que a la vez, acerca los sonidos lejanos de su núcleo interior Allí,es donde se encuentra el hogar de numerosas familias de gibones y muchas otras especies autóctonas que sufren la amenaza del tráfico ilegal y la pérdida del hábitat natural.
Thanaphat Payakkaporn, el director del proyecto, invita al equipo de Greenpeace a pasar para conocer de cerca esta iniciativa que ya lleva más de 20 años en la ardua misión de rescatar , recuperar y reintroducir gibones en la selva. Con un gesto de alegría, observa algo en el suelo y se agacha para recoger unas pequeñas cáscaras desechadas de los frutos de langsat. Este fruto tropical, similar a una baya dulce, es parte de la dieta de los gibones, y la presencia de las cáscaras, una señal de que los gibones salvajes han estado alimentándose en la zona. La selva trae su concierto de gritos fuertes y melódicos y Thanaphat alza la vista hacia el follaje , su rostro sonríe nuevamente : “Ese pequeño gibón es el hijo de Bo, que viene hasta aquí de visita , a veces”, dice.
Bo es un gibón adulto de manos blancas (Hylobates lar) de aproximadamente 37 años de edad que fue rescatado en el año 1993, luego de pasar cinco años como mascota. Es uno de los 400 gibones que el Proyecto de Rehabilitación de Gibones (GRP) dirigido por Thanapat, ha logrado rescatar y rehabilitar con éxito. Al menos 100 de ellos, fueron reintroducidos en la selva en las provincias de Chiang Mai y Phuket, donde las poblaciones de gibones salvajes disminuyeron de modo dramático debido a la caza furtiva. El hijo de Bo es uno de estos gibones que hoy gozan de su nueva libertad, pero el propio Bo es un caso aparte. A pesar de siete intentos de liberación, sigue regresando una y otra vez al centro o aventurándose fuera de la selva en busca de humanos. Ahora, se ha convertido en parte de la planta estable de gibones, en residente permanente del centro de rehabilitación, donde parece haber hallado la felicidad subido a las copas de los árboles y disfrutando de la compañía de quienes le salvaron la vida y lo hacen sentir seguro.
Los gibones de la selva Tailandesa
Tailandia es el hogar natural de cuatro especies de gibones: el de manos negras o ágil ( Hylobates agilis ) , el de manos blancas (Hylobates lar) , el siamang (Symphalangus syndactylus ) y el pileado ( Hylobates pileatus ) , todos ellos catalogados actualmente en la Lista Roja de la UICN ( Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como en peligro de extinción debido a la fragmentación del hábitat natural y a la caza furtiva en la segunda mitad del siglo XX.
En algunas áreas de Tailandia, las poblaciones silvestres fueron cazadas hasta provocar su extinción, ya que los gibones capturados se convirtieron en accesorios fotográficos altamente rentables en la industria del turismo. En la actualidad, una estricta ley ha puesto un freno a esta práctica,pero el tráfico ilegal de gibones continúa su creciente desarrollo, principalmente para surtir el nicho del comercio de mascotas exóticas por las cuales se paga una fortuna.
En Phuket, actualmente existe una pequeña población de gibones de manos blancas que viven en la selva en estado salvaje. Este logro se obtuvo gracias a los esfuerzos de reintroducción del GRP. Pero, lo cierto es que rehabilitar y liberar a los gibones es una tarea ardua y difícil, y los resultados no siempre son los deseados. Por ejemplo, durante los intentos iniciales del equipo de Thanapat en la década de 1990 la experiencia arrojó una alta tasa de mortalidad. “Los gibones son mi familia, mis hermanos y mis hijos”, dice Thanaphat. “Siempre que fallaba y ellos no lograban sobrevivir, sentía una gran tristeza además de responsabilizarme por no haber sabido hacer las cosas mejor, aunque uno siempre da lo mejor. Afortunadamente, el tiempo ha hecho que fuéramos adquiriendo experiencia y con ello, han disminuido las experiencias fallidas” cuenta el experto en conservación con un aire de alivio esperanzador.Hoy nuestra misión es seguir velando por su bienestar y lograr preservar su hábitat natural para que puedan volver a repoblar la selva” cerró el experto.