
Desde 2018, el Proyecto de regeneración natural asistida El Tambor utiliza técnicas simples que son llevadas adelante por un equipo de lugareños, para restaurar la vegetación nativa del bosque nuboso, un área rica en especies endémicas en los Andes venezolanos. (Parte I)
“¿Y está grande el árbol?”, le pregunta con entusiasmo y expectación en la mirada Ancelmo Dugarte a su hijo de 3 años, Marco Antonio, mientras señala un pino fragante, inmenso e imponente situado frente a ellos. “Pino laso ”, responde la vocecita del pequeño con mucha seguridad. “¿Y este? ¿Cómo se llama ?”, vuelve a preguntar Dugarte, ahora tocando la hoja de otro retoño que se ve que va creciendo lento pero sin pausa. “Laurel baboso”, responde Marco Antonio. Su padre lo repite una vez más, procurando que el niño no olvide estos nombres como parte de su misión de enseñarle a su pequeño todas las decenas de especies de árboles y plantas nativas que van creciendo en el área cercana a su casa.
Esta conversación entre Dugarte y su hijo Marco Antonio, tuvo lugar en medio del bosque nuboso de El Tambor que se encuentra en el Parque Nacional Sierra de La Culata, en el Estado de Mérida, Venezuela. Dugarte y su familia viven en San Eusebio, un pueblo agreste y encantador a los pies del bosque donde Dugarte, forma parte del equipo de voluntarios del Proyecto El Tambor creado en el año 2018 Una iniciativa que tiene como fin ayudar a restaurar el bosque nuboso con plantas nativas con la exclusiva participación de las comunidades locales.
A lo largo de los últimos cuatro años, el proyecto de restauración de bosques nativos El Tambor ha logrado producir más de 15.000 plantas pertenecientes a casi 50 especies de árboles autóctonos, principalmente de las familias Myrtaceae , Lauraceae ,Melastomataceae y Podocarpaceae. Con este sistema casero -lento pero infalible- se busca restaurar unas 22.000 hectáreas de bosque nuboso, un ecosistema considerado como un punto crítico de biodiversidad o “hot spot “ dado que alberga más de 50 especies de mamíferos, 200 especies de aves, 150 especies de bromelias y 153 especies de bromelias.
Los protagonistas del Proyecto El Tambor
El Proyecto El Tambor es una iniciativa de alto impacto ambiental formada apenas por siete personas. Siete integrantes de la comunidad que vive cerca del bosque y lo siente como su hogar, pero que también, cuenta con el trabajo voluntario de decenas de personas que viven en otros parajes cercanos y que están muy comprometidas, cada una aportando el poco o mucho tiempo del que disponen a esta iniciativa. Una labor que podría asemejarse a la que realizan las hormigas, cuando se las ve cargar inmensas hojas sobre sus pequeños lomos con gran ánimo y ritmo incansable, ese ,que las hace sortear de modo ligero, cualquier obstáculo que se les presenta en el camino.
Desde el año 2012, Ana Quevedo y Mauricio Jerez, ambos ingenieros forestales de profesión y docentes de la Universidad de los Andes, comenzaron a trabajar con las comunidades locales del bosque nuboso , enseñando como realizar simples -pero vitales- trabajos de restauración y conservación mediante plantaciones forestales de tipo mixto que incluyen especies nativas crecidas en la Estación Forestal Experimental San Eusebio que forma parte de la universidad.
Para reproducir los árboles y plantas nativas y endémicas de toda la región, el proyecto empleó técnicas de regeneración natural asistida. Este es un sistema que incluye una combinación de plantación activa y restauración pasiva, que se ha mostrado exitoso a la hora de contribuir con los árboles y la vegetación nativa a recuperarse de forma natural. La clave de la iniciativa es que se apoya en los conocimientos que la gente de la comunidad posee acerca de cómo reproducir y restaurar los espacios verdes guiados por los profesionales de la Universidad de los Andes. También, la iniciativa ha sumado a los lugareños como miembros activos, haciendo posible que cada uno de ellos, en la medida que le sea posible, coopere en la eliminación de las barreras y las amenazas a su crecimiento. Tanto miembros de las comunidades locales, incluidos agricultores, propietarios de fincas, amas de casa, adolescentes y niños han sido parte de este esfuerzo, aprendiendo a cuidar,restaurar y amar su entorno natural.
Un laboratorio de vida en el jardín de casa
En la actualidad, el proyecto El Tambor cuenta con dos grandes viveros permanentes,plenos de vida y especies nativas, capaces de producir 3.000 plantas cada uno. Además, también existen los viveros temporales que son instalados en los patios traseros de las granjas que forman parte del programa y donde se llevan a cabo los procesos de restauración para hacer frente a la degradación de las especies del bosque provocada por la tala y la ganadería.
Estos pequeños viveros son iniciativa de los propios agricultores y lugareños, que reducen la cantidad de tierra que utilizan para la agricultura en beneficio propio, para cultivar pequeños retoños de árboles nativos que pueden llegar de los 300 a 500 ejemplares que luego se trasplantan en zonas designadas por los expertos agrónomos.
Así, de a poco y a pulmón, las comunidades andinas de Mérida en Venezuela hacen crecer la vida y la esperanza en el patio de sus granjas. Todos ellos, sueñan que sus hijos y nietos puedan crecer a la sombra del gran bosque nuboso, ese gran guardián de bellas especies, el que les da todo lo que necesitan para la vida y que hoy corre peligro.