
El afamado arquitecto Le Corbusier, uno de los mentores de la arquitectura moderna, sostenía que “la luz, el espacio y el orden, son la clave para propiciar el bienestar de las personas tanto como el pan, el agua o un sitio adecuado para dormir”. A esta perspectiva, la arquitectura moderna ha sumado la variable de la ecología para diseñar no sólo entornos funcionales, que mejoren la vida de la gente sino también, que estén en sintonía con el cuidado de la naturaleza y sean sostenibles.
Instituciones prestigiosas a nivel mundial tal como la Harvard T.H. Chan School of Public Health y el American Institute of Architects han realizado importantes contribuciones en relación al impacto de los edificios modernos en la salud mental. En este sentido,los investigadores sugieren que elementos clave que hacen al diseño estructural como el confort térmico, la ventilación adecuada y la reducción de los niveles de contaminación acústica son factores cruciales que previenen el ‘síndrome del edificio enfermo’ y promueven una arquitectura enfocada en el bienestar integral de las personas.
¿Nueva Moda o Tendencia? Los defensores de esta visión holística, resaltan que se trata de una respuesta adecuada a una creciente demanda en el mercado de contar con espacios que promuevan la salud integral de las personas, además de que sean éstos ecológicos y sostenibles. Para esta corriente, la arquitectura se alza como una herramienta clave para la mejora de la calidad de vida de la gente, dado que permiten que se sientan bien en su entorno cotidiano y lo disfruten.
Para comprender a fondo que implica esta nueva concepción de la arquitectura es necesario aproximarse a conceptos en boga hoy día, como es el de la construcción sostenible, la neuroarquitectura y los criterios ESG ( que integran variables ambientales, sociales y de gobernanza).
Diseño y Ciencia al servicio del bienestar
El análisis de cómo los entornos físicos afectan al cuerpo y a la mente humana es el campo de acción de la neuroarquitectura, que se apoya en las neurociencias. Poco a poco, nuevos estudios que respaldan esta corriente , tal como el del MIT Journal of Cognitive Neuroscience, profundizan la relación que existe entre la dimensión estética y la experiencia arquitectónica, poniendo en foco que la neuroarquitectura apoya no solo un entorno estético, sino el contar con espacios que promuevan el bienestar integral de las personas tanto en los planos físico como psicológico.
En esta dirección, numerosos estudios han comprobado cómo el diseño de ambientes con elementos naturales y luz abundante, tiene un impacto muy positivo en el estado de ánimo y en los índices de productividad de las personas, dado que estos factores activan regiones cerebrales asociadas a la respuesta emocional y el confort, como son la corteza cingulada anterior y una glándula cerebral llamada amígdala.
Por esta razón, la neuroarquitectura, al integrar de forma armónica elementos sensoriales y científicos, cumple un rol central en el diseño de espacios que promueven la salud integral de sus ocupantes.
Los criterios ESG, un buen punto de partida para un estándar clave
En la arquitectura llamada saludable, un excelente punto de partida son los criterios ESG (ambiental, social y de gobernanza). El Green Building Initiative,suma más nivel en este sentido y como organización internacional encargada de desarrollar estándares de calidad, ha lanzado nuevas certificaciones que refuerzan y potencian los factores ESG en el campo de la arquitectura. Por ejemplo, su nueva certificación en Bienestar y Salud integra criterios básicos como la calidad del aire en el interior del edificio, los espacios para realizar actividad física y que cada uno de los espacios sean entornos seguros que tengan como prioridad la mejora de la salud integral y la reducción de los riesgos en los espacios interiores.
En Europa, la vinculación estrecha entre la arquitectura y los criterios ESG está sostenida por diversos estudios y normativas que buscan la integración de prácticas más sostenibles en el polémico sector de la construcción. La Unión Europea, gracias a la puesta en vigencia del Pacto Verde Europeo y la iniciativa llamada Renovation Wave, ha potenciado el desarrollo de una política de sostenibilidad y de renovación energética en edificios, proponiendo objetivos notables tal como son la reducción del 55% de las emisiones de carbono para 2030, una meta que contempla altos estándares de eficiencia energética como también la reducción de la huella ambiental de los grandes edificios urbanos.