Conocido como el Picaflor de Arica, esta especie de colibrí que habita en los bosques de Chile se encuentra en serio peligro de extinción. Su última línea de defensa es llevada adelante por un grupo de conservacionistas chilenos que trabajan con pasión en pos de la conservación de la especie .
Es pequeño y suave, como un frágil capullo de algodón que late. Su cuello dibuja tornasoles iridiscentes en violetas y azules que se destacan entre un plumaje con tintes agrisados. Este prodigio de la naturaleza es conocido como “La estrella del bosque chilena o colibrí de Arica” un ave de pequeñas dimensiones originario del norte del país y que en la actualidad, está sufriendo las consecuencias dramáticas de la pérdida de su hábitat natural.
Las poblaciones de esta especie de colibrí están disminuyendo de manera abrupta. Su hábitat sufre las agresiones devastadoras del avance de la expansión agrícola y la especie ha sido puesta en jaque. La zona en disputa hoy, entre la naturaleza y el hombre es un área requerida para cultivo de alfalfa y para el establecimiento de granjas avícolas (cría de pollos) , allí mismo, donde a la par de la devastación, un grupo de conservacionistas chilenos trabajan con ahínco contra toda esperanza para salvar a los colibríes.
Karolina Araya Sandoval es la líder de la iniciativa, una conservacionista de la naturaleza que realiza indecibles esfuerzos para salvaguardar al ave más pequeña y exquisita de Chile que está en grave peligro de colapsar , de extinguirse . A través de la Fundación Picaflor de Arica, que fundó para tal fin, Karolina buscar motivar y generar conciencia entre la población local, como así también crear alianzas con las comunidades regionales para ser una línea de defensa eficaz para la protección de los últimos hábitats que están en pie y son la clave para la subsistencia de este diminuto y preciado colibrí chileno.
Trabajo activo y dedicación para el futuro de la especie
Karolina pasa sus días monitoreando a los colibríes y moviliza al equipo científico para que profundice los estudios entorno al hábitat de la especie con el objetivo de evaluar las necesidades más apremiantes y poder restaurar los corredores que conectan los parches del bosque que están altamente dañados y fragmentados en la zona por el avance de las fronteras agrícolas , y que hoy se hace crucial preservar.
Con este objetivo en mente fundó Picaflor de Arica, una iniciativa de acción, con la cual busca crear conciencia entre los residentes más jóvenes de la zona para que se involucren activamente en la conservación de este diminuto colibrí . Una misión del todo urgente ya que restaurar el hábitat natural para crear un refugio seguro para esta ave es un fuerte desafío frente al avance de las actividades agropecuarias.
Karolina pasa sus días monitoreando la estrella del bosque chileno y su deteriorado hábitat. Ella observa minuciosamente su territorio de reproducción y pasa largas horas caminando para llegar a las zonas de invernada de la especie. Luego, esta información vital es utilizada para la validación de los patrones de migración del colibrí a lo largo de las estaciones, así como para estudiar otros puntos importantes como son las preferencias alimentarias,los patrones de anidación y las interacciones con sus pares colibríes.
Unidad regional para preservar el colibrí chileno
Asociada con la Universidad regional de Tarapacá, Karolina ha establecido un innovador programa de reforestación, que incluye la recolección de semillas y el cultivo de árboles y plantas nativos . El objetivo principal es reforestar la mayor cantidad posible del terreno para que así se incremente el hábitat natural del colibrí de Arica.
En la actualidad,más de 30 pasantes voluntarios son los que realizan a diario el trabajo con las plantas, como ser la poda y el control del riego. Esto es una excelente forma de que se involucren los lugareños y a la vez, es una escuela de formación de futuros conservacionistas.
Karolina y su gran equipo de la Fundación Picaflor de Arica están motivados y decididos a luchar para seguir adelante a pesar de las muchas dificultades que les presenta su tarea. Por ello, han desarrollado un programa de visita a las escuelas para dar charlas y también, organizan ciclos abiertos a la comunidad donde presentan los programas de conservación para crear conciencia ambiental y aumentar la participación de los residentes locales.
El fruto de su tarea aparece cuando ve a los más pequeños señalar un colibrí o dibujarlo junto a corazones y, entre los más grandes, cuando los escucha entusiasmarse con la difusión. Esto mismo motiva a Karolina y al equipo para apostar de lleno al futuro y seguir creando conexiones de amor entre la naturaleza y la gente. “Estas pequeñas grandes cosas son las que me dan energía y fuerza para seguir con esta misión” finaliza Karolina.