Un argentino, oriundo de la provincia de Tucumán es piloto oficial del Artic Sunrise, al que considera su segundo hogar. Luego de haber navegado todos los mares en misión con Greenpeace, dice que no cambiaría su estilo de vida por nada del mundo ya que se considera un hombre ‘feliz’.
Daniel llegó a Greenpeace hace 25 años. Y, este tucumano que ha cumplido los 56 , y es hoy el Capitán del Artic Sunrise, no extraña su vida en tierra firme. Atrás quedaron sus montañas natales; un paisaje amado que cambió por hacerse a la mar y domar las olas y seguir un sueño “Empecé navegando como segundo oficial voluntario. Después fui capitán del Esperanza y del Rainbow Warrior II y III”, contó Daniel acerca de sus inicios en la ONG
Dice que las vivencias que ha recopilado en sus largas travesías marinas son infinitas. Pero que el hilo conductor de todas ellas es el mismo: luchar por cuidar el medioambiente , llegar a tiempo para impedir catástrofes ambientales. Un objetivo que lo desvela cada vez que la urgencia apremia y pone la proa del Artic Sunrise con rumbo hacia allí donde lo necesitan.
También en estos años, supo enfrentar con valor los contratiempos de la aventura ecológica arriba del Artic Sunrise. Pasó duros momentos en Irak cuando lo detuvieron por bloquear en aguas españolas a un buque americano que llevaba armas hacia ese país. La noticia salió en todos los medios y este sinsabor sirvió para que al menos , se lograra visibilizar las luchas que Greenpeace lleva adelante. Pero los días en prisión son un recuerdo amargo.
Capitán de una vida ‘diferente’ para el mundo
Sin embargo , a pesar de que por momentos no es todo tan color de rosa, la vida como Capitán del Arctic Sunrise, llena sus días de sentido y “con unos buenos mates mirando el mar”, dice Daniel, “no hay sinsabor que dure mucho tiempo”. Ama navegar y heredó la profesión de marino de su abuelo y además, es piloto de hielos, ítem clave para hacerse cargo del Artic Sunrise.
En tierra dejó a una familia de cuatro hermanos y amigos de toda la vida pero siente que en su ADN está la clave de su estilo de vida nómade , o de simple ‘trotamundos’. Recorrió Europa con una mochila, vivió en Holanda, en México, en Panamá y, desde hace cuatro años, sentó base en Australia. Allí pasa los seis meses de tierra firme que le tocan cada año, contando los minutos y las horas para hacerse de nuevo a la mar.
Lo que más le gusta de la vida que se comparte arriba del barco es su diversidad y su espíritu unido. “A diferencia de lo que puede ser un crucero, en los barcos de Greenpeace uno lleva el espíritu medioambiental. También son una especie de ‘Naciones Unidas’ en formato de a bordo : están representadas muchas nacionalidades, muchas lenguas, gente de distintas etnias”, apunta . Ciertamente, arriba del barco cumplen tareas cerca de 30 personas , cada una con diferentes costumbres e idioma que sin embargo, pueden llevar adelante una buena convivencia . En su última travesía compartió con personas de países como Francia, Corea, China, Sudáfrica, Bulgaria, Alemania, Inglaterra, España, Fiyi, Chile, Panamá y, también, de Argentina.
Greenpeace es sinónimo de ‘cuidar la vida’ allí donde sea necesario
A la hora de repasar sus vivencias, Daniel cuenta que la mejor historia que le tocó vivir como capitán del Artic Sunrise fue la de dos hermanos africanos que se subieron al barco cuando estaba en puerto por una parada técnica .Una historia dura con final feliz.
“Los chicos se habían subido ilegalmente en África escapando de la guerra, y los descubrimos escondidos a bordo varios días después. La cuestión es que los tuvimos tres meses con nosotros navegando . Por suerte pudimos bajarlos a través de un Programa de Naciones Unidas y les conseguimos una familia adoptiva en Canadá. Fue un hecho muy conmovedor porque estos chicos, que eran de países enemigos, terminaron siendo hermanos”, cuenta con emoción Daniel .
“Cada tanto nos mandamos mails. Ahora, ya son grandes, pero me llaman ‘Daddy” (Papi). Esta anécdota , es significativa porque marca para Daniel , como Greenpeace puede unir en diversos sentidos, algunos impensados y que capaz no podríamos descubrir a primera vista.
Una historia de vida que refleja una vez más ,que todos somos parte de un mismo planeta y estamos interconectados. “Desde Greenpeace buscamos dejar una huella positiva y ser ejemplo con nuestro testimonio para las próximas generaciones ” finaliza Daniel acera de su misión de vida como piloto del Artic Sunrise. Y una sonrisa amplia vuelve a iluminar su rostro.