Un colombiano que se hizo, arriba del MV Esperanza, ciudadano del mundo y protector de la ‘casa común’ de todos los habitantes del planeta. Como ingeniero de máquinas de a bordo, cumple con orgullo su misión que también, es su sueño personal.
Luisfer trae consigo el aroma a café de los cafetales colombianos, su tierra natal. En la mesita ratona que está a su lado humea un tazón de la mejor variedad de su país. Para las estadías que se prolongan por tres meses en el MV Esperanza, sin esta pócima diaria, le sería difícil subsistir.
Está dejando atrás su juventud, y el café le da la serenidad y el aplomo necesarios para comenzar la jornada laboral en el MV Esperanza. Su labor a bordo es estar junto a las máquinas. Y Luisfer, como segundo ingeniero de máquinas del barco se siente a gusto con su tarea. Aquí, tal como lo soñó, puede unir hoy profesión y la aventura en una sola jornada. Además, está la posibilidad de compartir la vida y la experiencia de ‘lucha’ con personas de más de 17 países diferentes que se unen en cada misión de Greepeace.
Su vocación dice, fue un acierto del destino. Cuenta que el mar lo atrapó desde que comenzó sus estudios en la Escuela Naval. Y , que su amor por la naturaleza , fue una certeza que nació muy temprano en su vida pero de un modo natural. Nacido en Bogotá, durante su infancia y adolescencia pasó los fines de semana en la finca de su abuela en el campo. Allí la vida agreste le robó el corazón para siempre.
Un amor natural hacia el cuidado del medioambiente
“Mi abuela me preparaba siempre el vaso de leche con leche de vaca recién ordeñada. Y, a la hora de la siesta, yo le ayudaba a bajar las naranjas y las guayabas de los árboles. Por eso, crecí con la conciencia acerca de lo que la naturaleza nos regala por pura bondad. Hoy, mis recuerdos de esos días, me ayudan a perseverar en este ideal de proteger y crear conciencia desde las filas de Greenpeace” explicó Luisfer
El destino le fue marcando los pasos de su futuro también, de un modo natural. Ya estaba finalizando sus estudios en la escuela naval, cuando el azar puso en sus manos una nota del Diario El País de España. Era un artículo sobre Greenpeace que explicaba su misión, y en su interior , supo que ese era el camino a seguir.
Pero, el ansiado trabajo en Greenpeace no llegó tan pronto como esperaba. El flamante recién recibido comenzó a trabajar en alta mar para empresas privadas. Y, en cada puerto en donde sabía que existía una oficina de Greenpeace dejaba su currículum y una bolsa de exquisito café colombiano.
Haciendo historia junto al MV Esperanza de Greenpeace
Fue a principios del `96 cuando al llegar a una oficina de Greenpeace en Estados Unidos con su bolsa de café le dijeron que ya sabían quién era. Perom la tan anhelada llamada con la convocatoria de trabajo llegó recién meses más tarde, en octubre de 1996. Fue un jueves: ‘¿puedes estar aquí el próximo domingo? Te necesitamos en Vancouver`”, recordó que le dijeron en ese mágico momento. Acepto de modo automático, aun sin saber cuál era sería su salario.
Así comenzaba una etapa plena de gratificaciones en lo laboral. A los cinco años de estar en Greenpeace, tuvo su “bautismo de fuego”; una acción de bloqueo del puerto de Long Beach en Los Ángeles. “Logramos cerrar el puerto y mantener un barco parado por tres días, un barco que venía con pulpa de papel de los bosques de Canadá, que estábamos luchando por proteger. En esos momentos clave te das cuenta de que las campañas no son de efecto inmediato. Nuestra lucha es desde lo simbólico, es transmitir información e imágenes, mensajes, para denunciar y generar conciencia” explicó Luisfer de su militancia pacífica.El colombiano es un hombre optimista. Se llena de vitalidad al hablar acerca de la misión de generar conciencia ambiental en los jóvenes de hoy, que son el futuro. “De a poco se va viendo que las nuevas generaciones vienen diferentes” explica . “Se ve cada vez más claro que los más chiquitines vienen con el chip cada vez más mejorado, son unos maestros increíbles y crecen cuidando, con pequeños gestos, el medioambiente. Ellos ya están protestando a su manera por el futuro que les estamos quitando. Sin dudas, son los mejores maestros. Sólo hay que observarlos e imitarlos. En su sabiduría de niños se relacionan sanamente con los animales. Sus primeros gestos son de empatía y alegría por la naturaleza. La viven a flor de piel y nos enseñan cuán importante es para una vida plena, en armonía y feliz cuidarnos unos a otros y preocuparnos por el bienestar de nuestros semejantes” finalizó Luisfer, el colombiano con aroma de café en la piel.