El barco emblema de Greenpeace el MV Rainbow Warrior III,se hace a la mar en sus campañas con verdaderos héroes de lo pequeño. Personas que desarrollando tareas técnicas y mecánicas, se transforman en piezas fundamentales de la organización. Hoy presentamos la historia de Andrés, un chileno que abraza la causa con un corazón universal.
Su nombre es Andrés. Nació en Chile hace 43 años. El mar y la alta cordillera de los Andes son parte de su ADN existencial. Las aguas infinitas que bañan la costa de su país le hicieron perder el miedo al mar desde siempre. Y, el contemplar la altura imposible de los picos de la cordillera, le enseñó que siempre se puede soñar con alcanzar la cima. Y que, en la vida, cada uno puede elegir sus propias cumbres.
Estudió para técnico mecánico, sin saber muy bien que tendría esto que ver con sus sueños. Sin embargo, siguió ese impulso con fe ciega dejando al tiempo traer la respuesta. Sabía de observar el mar,que las olas en su movimiento vital suelen dejar caracoles y estrellas de mar en la playa. Y que la vida , como las olas, lleva sin prisa pero sin pausa , de modo natural , a cada uno hacia su propio puerto.
Más tarde, siguió adelante con decisiones fuertes , como por ejemplo, cuando sintió nacer un compromiso muy fuerte con la naturaleza y el cuidado medioambiental, se inscribió en la facultad para estudiar Ingeniería Forestal. Al año de recibirse, en 2002, se acercó a Greenpeace para colaborar con la campaña de bosques. Las piezas del rompecabezas más importante de su vida comenzaban a encajar.
Greenpeace: La llamada concreta en pos de una misión.
La pasión por hacerse a la lucha en altamar no es algo que Andrés pueda explicar racionalmente. Simplemente le sucedió el día que conoció la actividad de los barcos de Greenpeace en un ‘open boat’. Esta actividad itinerante por diferentes puertos del mundo muestra a la gente las embarcaciones que la organización utiliza en sus campañas y simplemente, se enamoró de la iniciativa.
Andrés tendría que esperar dos años para integrarse a la tripulación: “Me fui de voluntario a la oficina de Alemania, en donde trabajé durante tres . Luego me enviaron a realizar prácticas a República Checa en el equipo de acciones, donde aprendí muchísimo. Más tarde, ya más preparado me instalé por dos años en Inglaterra. Allí era workhouse manager, preparaba los materiales para las acciones, todo lo que se necesita para cada campaña, hacia un trabajo de producción y de logística”
Pero no todo fue color de rosa en el aprendizaje de Andrés. En Inglaterra sintió un quiebre interno, la pesadez de la monotonía.“Con del equipo británico, realizamos muchas acciones en Europa.Mayormente acciones de protesta en plantas nucleares en Francia. Peroluego de estar dos años en Inglaterra me aburrió un poco el clima de oficina y decidí no esperar más.Me volví a postular para los barcos, un sueño que anhelaba cumplir desde que ingresé a Greenpeace. Por suerte a la semana me llamaron y a la otra semana ya estaba embarcado” contó de su primera vez en acciones de alta mar.
La importancia de las misiones ‘pequeñas’ dentro de Greenpeace
Hoy Andrés se ocupa a bordo del Rainbow Warrior del mantenimiento técnico de las lanchas de última generación. Sus estudios de mecánica al fin le redituaron sus beneficios. Todo su labor, se basa en mantener en buen estado a los ‘caballitos de batalla’de la ONG, las lanchas. Ellas constituyen el elemento más preciado y cuidado por la tripulación. “Son las herramientas más importantes para todo nuestro accionar. Las utilizamos para ir a fiscalizar los barcos que encontramos, para ir a cruzarle el paso a los barcos balleneros y para impedir que se comentan desastres ambientales”, apuntó el mecánico chileno.
Hoy, Andrés está muy feliz con su trabajo de a bordo. Una actividad que le demanda gran concentración, y una creatividad constante: “Estoy ocupado todo el día. Las lanchas siempre tienen que estar en óptimo estado. Cuando se rompen hay intentar repararlas lo antes posible, es casi una carrera contra el tiempo. Las dificultades surgen cuando algo se rompe y no hay repuestos al alcance de la mano.Ahí es cuando le peleamos el puesto a Einstein ya que tenemos que inventar algo. Esa es la parte entretenida de mi trabajo”,contó Andrés de su rutina en el Rainbow Warrior.
Andrés tiene una sonrisa amplia en el rostro curtido por el sol y el aire de mar.No piensa en su futuro personal en el corto plazo, sino tan sólo en el servicio. Siente que su vida ha abrazado una misión y que con ella le alcanza para ser feliz.
Dejar un mundo mejor a las futuras generaciones es una bandera que le ensancha el horizonte y el corazón, mientras que la rutina a bordo del Rainbow Warrior, le garantiza momentos de pura magia y adrenalina. Una experiencia que recomienda para todos aquellos que quieran vivir siendo uno con la naturaleza y el mundo que los rodea.